jueves, 1 de diciembre de 2011

Campanas

- Sos un hijo de puta
- ¿Por qué? – Me respondió el Tiempo.
- Porque me arruinaste la vida

Así comenzó nuestra pulseada. Entre reproches y nudillos sin aterrizaje, se disputó un mano a mano inútil. De tanta derrota había perdido la fruta. Repté alrededor de mi eterno acompañante demasiado. Era hora de respondiera un poco por sus malas intenciones. Es que ahora tenía la capacidad de burlarme de él. Creo que es eso lo único que uno puede hacerle: Sólo burlarse. Es como a ese amigo gordo y alto al cual nunca le vas a poder ganar una pelea pero te contentás con molestarlo. Pero nunca ganarle. Las cosas no volverían, se las había guardado en el bolsillo, bien cerca cosa de que el olor todavía me llegara.

- Gracias a mi sos lo que sos – Se atrevió a responderme.
- Gracias a mi soy lo que soy – Le retruqué, casi de caprichoso.
- Soy donde caminás, donde pensás y donde madurás. Sin mí serías aburrido.

Allí me detuve. ¿Siempre igual? No creo que quisiera ser yo eternamente, eso seguro. Mucho menos ser idéntico. Gracias a él ahora podía plantármele de igual a igual, aunque parecía una ironía. Nunca podía escaparle. Siempre fue la única pistola que sólo dispara por la culata. Aunque sea ahora podía sostener el arma y decidir no disparar. Demasiadas heridas tenía ya. No tenía cara, mi fiel enemigo, a la cual golpearle. No tenía cuerpo al cual atacarle. Sólo podía combatirle en mi cabeza, cual psicópata. Pero es real, allí está frente a mí. Constantemente mostrándome lo que fui y lo que puedo ser, pero atormentándome con campanas y relojes de arena. Nunca me acompañaría lo suficiente como para saciar mi sed de él.

- Si te frenaras tan sólo en momentos particulares, creo que no sería aburrido. Sólo un poco más…
- Los momentos los podés revivir siempre que quieras, mejor aún, perfeccionarlos y ser cada día un poco más feliz y tenaz – Me respondió, eternamente calmo.
- Hay cosas que no vuelven, hay cosas que no puedo cambiar y hay cosas que no voy a llegar a vivir, ¿Me estás burlando, encima?

Si, se burlaba. Ni siquiera necesitaba preguntarlo. Siempre fue el que reía último y siempre lo sería. ¿Cómo se le puede vencer al tiempo?

- Vas a tener que contentarte con lo que te queda. De lo contrario, quéjate con la Muerte.
- ¿Ya me estás echando?
- No te echo, porque vos mismo no me podés soltar. Nunca.

Sin más, se dispuso a darme la espalda y a marcharse arrastrándome de nuevo. No tardé en sacar mi cuchillo y clavárselo furiosamente en la espalda. Luego de eso, morí.

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