martes, 1 de diciembre de 2009

¿Quién sos?

Esta vez es diferente. Tal vez estás palabras estén tintadas por completo de reflexión. Quizás las grises palabras que continúan no signifiquen nada o sí, difícil saber. Poco importa todo al lado de esta pregunta: ¿Quiénes somos?
Este lúgubre, incluso triste, relato comienza anoche, esperando el colectivo. Me dirigí a mi típica parada oscura, casi oculta por la falta de luz y la ausencia del cartel del transporte que ahí debería estar. Nunca hay nadie allí, por lo que tiendo a divagar o cantar tranquilo mientras escucho un poco de música o a veces leo un poco. Ayer fue diferente: Había un hombre, un anciano, que se encontraba apoyado contra el árbol de la parada. Su aspecto era inofensivo y hasta se podría decir que expresaba simpatía. No reparé en él prácticamente hasta el momento en que yo me puse en medio de la calle sombría y extensa para chequear si el colectivo estaba por llegar. Siempre espero en la calle y me hago a un lado ocasionalmente cuando algún auto o moto pasa, ya que es muy tranquila. Imprevistamente, el hombre se dirige a mí con calidez diciéndome: “tené cuidado que te van a pisar, pasan muy rápido acá”. “No se preocupe señor, espero habitualmente aquí y me fijo si viene el bondi”, le respondí.
Luego de unos minutos de charla en que nos contamos un poco de cada uno, Jorge me preguntó algo muy particular: “Y yo te tengo que hacer una pregunta… ¿Vos quién sos?”. Por unos instantes no supe qué responder. Al principio pensé que había sido una pregunta agresiva, refiriéndose a quién era yo para hablarle a él. Vacilé unos dos eternos segundos hasta que me presenté como Ezequiel. Fue un momento bastante incómodo, pero comprendí que su interrogatorio no era para nada violento cuando me repitió, "¿Vos quién sos?". Esta vez sí que no sabía qué responder, por lo que le pregunté a qué se refería entonces. “Todos algún día estaremos en la tumba”, me afirmó. “Algún día, tu nombre va a estar escrito en una piedra. ¿Qué va a decir abajo de tu nombre?”. Simplemente me helé. “Espero ser recordado como alguien de bien”, dije, sin estar convencido de mí mismo. El hombre insistió con la pregunta, como diciéndome que esa no era una respuesta. En el instante, fue muy incómodo no saber que decir, cuando generalmente yo siempre contesto, aunque sea un “tenés razón”. Esta ocasión no tenía qué responder, qué admitir… Simplemente tuve que aceptar el hecho de que todavía no había vivido lo suficiente para siquiera razonar esa respuesta.
El colectivo salvó mi juventud, llegando en el momento justo para rescatarme de mi edad, de mi falta de experiencia. Aquel Jorge habló con el colectivero, pasó sin pagar y no comprendí. No me importó y pagué mi boleto. Pensé que tendría tiempo para que esa misteriosa persona me contara que diría su piedra, pero me sorprendí al ver que solamente se subió para bajarse a la parada siguiente. Tal hecho fue una patada en la cara, obligándome a no poder más que reflexionar sin parar durante el extenso viaje de regreso a mi casa. Tal vez para aquél que lea esto habrá infinidad de respuestas. Yo también las tengo, pero… ¿Cuántas realmente consideramos como ciertas? O aún mejor… ¿Cuántos realmente llevaremos los actos que deseamos en la juventud hasta la muerte? En una hora entera de reflexión, no logré obtener ninguna respuesta que me convenza.
De vez en cuando; ya sea películas, libros o charlas; escuchamos frases referidas a la muerte o la manera en la que vivimos. Una frase interesante es “Una persona no se determina por el nacimiento, sino por las acciones que realiza”. Escribo estas líneas como para expresar de alguna manera esta situación que es simple, pero para mi compleja. Tal vez le di un toque de misticismo subjetivo que no pude evitar, pero es así como lo sentí. Es complicado a mi edad determinar qué dirá mi tumba, pero lo que sí se es que quiero ser recordado como uno de los que “odia al sistema”. Quiero ser recordado como un soñador contemporáneo, un pensador clásico como aquellos del siglo XIX y XX.
¿Cómo querés ser recordado vos?

Me quedo con una frase muy graciosa de mi novia: “¿Qué onda? ¿Te encontraste con John Locke?”.