sábado, 13 de noviembre de 2010

Mayéutica

Es que claro, qué iba a esperar. Era previsible. No iba a escuchar mis palabras. ¿Era necesario este final? ¿Es que las palabras ya no sirven? ¿Las acciones acaso tampoco? Sólo queda silencio ¿Qué silencio? Tal vez no tenga sentido, pero ahora mismo ese silencio me está diciendo mucho. Me dice algo más que mera ironía. ¿Pero no es que el silencio es nada? Creí que era la ausencia de palabras p sonidos, de conflictos, que era nada. Nada. ¿Qué es el silencio?

Es algo. Si es algo no es nada. Si no es nada no es la ausencia de cosas y estuve equivocado.

Si el silencio me está diciendo más que palabras, ahora mismo, entonces habría que hacer una valoración diferente. ¿Es silencio ausencia o imposibilidad? Muchos son también obligados al silencio. ¿No dice eso cosas también? A veces las palabras están de más. A veces las palabras no significan nada, más viendo de quien vienen. Eso no quiere decir que sea siempre así. Pero entonces… ¿Las palabras sí pueden ser nada? No, porque están. Pero si no dicen nada, ¿Qué son?

Ruido. La ciudad tiene mucho ruido. A veces nosotros tenemos ruido. Ese ruido no dice nada. Nada. Pero también está, nos rodea y nos busca. ¿Cómo encontrar silencio entonces? Mi mente a veces arde en un silencio placentero. Un silencio que no se oye más que en nosotros. Lo podemos ver, notar, pero no escuchar. Peri no siempre se contenta con ser ignorado y escapar de nuestro cráneo por la boca. El silencio no es nada, por lo tanto no es ruido. El silencio necesita de la palabra para ser oído. Entonces el silencio seguido de palabras es mucho más que fuego.

El silencio es pensar.

Vos no sabés mentir

Altibajo, leo. Depresión y máscaras. Curioso es despertar y sentir toda la frustración en el rostro. El cuerpo, lleno de peso, no puede evitar seder a una fuerza implacable, capáz de derribar la convicción más firme. Una foto, una palabra y todo por la baranda, pienso en rima. Pero pienso. ¡Cuánto daría por no pensar siempre! Eso le digo a una amiga. ¡A veces pelear con quien más amamos lastima más que la soledad!, le digo a otra. ¡Se te ve bien!, me dicen. Lo disimulo muy bien, respondo, cerrando casi una serie de mensajes encriptados al entorno. Estúpido resulta crear una cadena de palabras arbitrarias a personas cercanas, o no, como si ellas fueran a descifrarme. Pega con mi locura, o con mi falta de cordura. Tal vez si muriera mañana y todos fueran a un ficticio funeral mio podría existir la remota posibilidad de que eso ocurra, pero hace que mi insanismo suene aun más tormentoso. La realidad es que el maldito celular nunca pesó tanto, el internet tan inútil y la noche más terrible.
"¿Cómo estas?", traicionan mis dedos a mi cerebro. La respuesta no fue menos sofocante.
Pero en todo este embrollo pareciera que mi psiquis pende al compás de un hilo tenáz que tiende a conspirar en mi contra. Me pregunto, entonces, ¿Qué me mantiene todavía con algun vestigio de cordura? La mentira. Sí. Es mi propio engaño lo que me da una adrenalina para procurar seguir con la cabeza en alto. El efecto, como estas líneas sugieren, ya está terminando y descubre detras de un velo un infierno que no es encantador.
Sangrar sobre el teclado parece demasiado fuerte decir. Desahogarme podría ser más preciso. Para mi no quedan pocas caras bonitas ni oportunidades, no hay más. Ningún mensaje se atreve a llegar para sugerirme lo contrario. Ya el whisky no es estrategico. Sólo sirve para atragantarse en desepción.